mayo 01, 2009

Vocación sin orillas


Pero seguí volando, desesperadamente.
Oliverio Girondo



No conozco vocación más endémicamente humana,
que la de ascender a la deriva.
Declarar ufano ante la gravedad que
la verticalidad es una mera estafa del tiempo;
concebir a las leyes naturales del espacio
como simples actos de retórica moderna, y discernirlos
cual minúsculos informantes de una cotidianidad geocéntrica aburrida.
Para mí, vocación es discurrir sin rumbo;
echarse al vuelo sin circunstancias o estigmas y flotar
magistralmente con toda inmunidad sobre el artificio de las nubes,
como un imperio celeste de paradisiacas cúspides
o como una victoria lozana a sotavento.
Vocación es decidir que existan leguas de aire de por medio,
una impaciencia de pluma o una vuelta enarbolada
de destellos alados guindando el firmamento a surcos.
De ahí que, nominalmente, la sola
vocación ontológica en el hombre sea
la de existir aerostato. Después de todo,
¿qué mejor talento que el de blandir ligero
los confines de la atmósfera? ¿Qué mayor destreza
que la de rozar zepelín el gremio de los astros?
Yo, por lo menos, hago obligatorio y homo sapiens el volar perpendicular.
El volar sublime con el oficio del pájaro anfibio
o la faena galena del helio en el zodiaco refulgente.
Volar parsimonioso como pulpa en el lomo del verbo,
o como tilde que se aproxima al júbilo del apareamiento.
Volar con aptitud de cínife y con el quehacer de una sirena de ambulancia.
Volar dilucidado y eufemístico de torva en torva cayendo
yuxtapuesto y cóncavo en la bóveda heliostática.
Volar piloto, volar orgásmico, volar púrpura o influenza.
Volar grito lloroso cambo canilla a chorros de espaldas
sin variar hacia arriba y acelerar al suelo.
Vocación hegemónica es volar con profesión de vuelo.
Volar sin orillas sórdidas ni agobios cursivos y
evaporar invisible y transgénico sobre las olas
de éter asfáltico ardiendo en el desierto.
Por ello, reculando, yo tampoco soy terrícolamente
capaz de elucidar otra vocación en la
humanidad
que no sea la de volar volando.



emil santos
Utrecht 2009

No hay comentarios.: